Para quienes luchamos durante más de diez años contra el autoritarismo corrupto, y durante 14 para por fin tener un gobierno que no tuviera lazos con las FARC, el Socialismo S. XXI, los narcos, ni ningún tipo de mafia, es imposible comprender ciertas cosas.
Es imposible entender que el gobierno de Guillermo Lasso, quien desde 2012 se presentó como opositor del correísmo, y, cuya segunda vuelta ganó en primer lugar gracias a la amplia mayoría que rechazaba volver a estar en manos de la delincuencia organizada, fuera capaz de, por acción u omisión, abrirle la puerta a la impunidad de Jorge Glas, el reo de más alto nivel de la organización criminal que gobernó el Ecuador desde 2007, y que estaba cumpliendo desde hace más de cuatro años su sentencia en la cárcel.
El convicto Glas Espinel era un trofeo para la dignidad de la ciudadanía honesta del Ecuador. Era una esperanza y una medalla para los periodistas héroes, que arriesgaron su vida al investigar y publicar los casos de corrupción que hicieron posible que brille la justicia, bastante menos cooptada por el correísmo, durante el gobierno de Moreno.
Durante el correato reinaba el cinismo, entonces quienes nos robaban en la cara recibían homenajes, y quienes denunciaban los robos eran perseguidos. Era el país al revés: el de la indefensión de los honestos y el de la impunidad de los corruptos. Por eso, tener aunque sea a un puñado de corruptos sentenciados, algunos prófugos, y otros en la cárcel, era una señal importante de que no todo estaba perdido. Era un símbolo de que quienes hablaban del estado de derecho, de la igualdad ante la ley, y apostaban a que hubiera jueces capaces de sentenciar, en derecho, a quienes los pusieron en sus cargos, no estaban locos, que sí era posible ganarle a la mafia.
Y fue posible. Hasta el 9 de abril de 2022, cuando le fue otorgado a Jorge Glas un Habeas Corpus ilegal, inconstitucional, y lo más grave: sin que la ley, la justicia y la dignidad del Ecuador fueran defendidas por parte de la presidencia de la república, en sus delegados presentes en la audiencia. Ese día resurgió de las cloacas el país al revés, donde los corruptos se ríen de los honestos, que vuelven a lucir como pobres locos, por haber creído que luchar contra la impunidad de la mafia tenía sentido.
Es incomprensible que algo así haya sucedido con la venia del presidente que llegó con los votos antimafia, antiimpunidad, anticinismo. Pero tiene que haber una explicación a los hechos absurdos que hemos vivido los últimos días. Luego de pasar muchas horas tratando de ponerme en la mente de quienes gobiernan el país, la única cuasiexplicación que he podido construir es que se trató de un análisis no político ni ético, sino frío y transaccional como son la mayoría de los negocios entre la gente que sabe hacer grandes negocios, y un banquero seguro sabe. Creo que al presidente, su flamante ministro de gobierno, y tal vez algunos otros asesores sin brújula moral, le racionalizaron la salida de Glas, —con argumentos “legalistas” de los que se jacta Jiménez—, y le vendieron la farsa de Habeas Corpus como el pago vergonzoso a lo que sea que la mafia le había ofrecido o entregado al gobierno. (Lo más vergonzoso del pago fue la explicación paupérrima que nos dieron sobre la pulcrísima no intervención en las otras funciones del estado, cuando la ley no solo los habilita a cumplir sino a hacer cumplir la ley, cosa que ni siquiera fingieron hacer en la audiencia del 9 de abril de 2022).
Pésimo negocio, presidente. Pésimo negocio perder la confianza de sus mandantes. Perderlo todo a cambio de nada. Porque ninguna supuesta gobernabilidad va a compensarle a usted haber permitido que la mafia vuelva a burlársenos en la cara. Nada salvará el haberle abierto la puerta ancha de la impunidad a la peste que arrasó con miles de millones de dólares, y con miles de vidas que se destruyeron en la avalancha de podredumbre que fueron esos años. Y cuyos efectos los seguimos pagando, como usted no se cansa de repetir, cuando arguye que las muertes violentas se deben a que ahora sí se combate al narcotráfico.
Como si fuera necesario graficar el desencadenamiento de la corrupción, a partir del Habeas Corpus a Jorge Glas, hay, de lo que se sabe, dos criminales más sueltos gracias a otros Habeas Corpus, también ilegales. Ese es solo uno de los efectos de que los mafiosos vean renovada su fuerza.
¿Va a poder gobernar mejor ahora el presidente? Por supuesto que no, porque su pragmatismo solo ha contribuido a fortalecer a su peor enemigo, a los que no pararán hasta ver recuperado el poder.
A pesar de todo, quienes nos arriesgamos en llamar a la mafia por su nombre, seguiremos en esta lucha. Obstinadamente, como si el éxito nos estuviera asegurado.