Didáctica de la impunidad



Didáctica de la impunidad

Contenidos La Fuente14 abril, 20226min
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Qué Jorge Glas sea un sentenciado por millonarios actos de corrupción en tres juicios penales ya no tiene importancia, de momento nos dicen que está en su casa, en la enorme urbanización privada que levantó con su familia en Guayaquil, cuando fue ministro y vicepresidente y cobró el 1% de los contratos con Odebrecht que sumaron 3 mil millones. 

Su liberación tiene decenas de rostros: es la imagen de Glas Espinel recargado, escoltado por su banda de glosados, arengando a los ecuatorianos a ser como él. Tiene el rostro de la insistencia del silencio, que seguro le hace sentir superior frente a sus  enemigos. Pero solo es una falsa fortaleza porque todos sabemos de los 13 millones que Odebrecht le depositó en las cuentas off shore de su tío, o los millonarios sobornos de Arroz Verde que le llevaron al poder con su jefe Rafael.

Su libertad se posiciona simbólicamente como una redención, porque denota la derrota de su anterior condición y su capacidad de sobreponerse a lo que el correato llamó persecución; ya lo dijo antes de abandonar en 2017 la vicepresidencia por sus actos: “estoy cubierto por la sangre de Cristo”.

Todos los canallas quieren incluir a Dios en sus triunfos para ser consagrados. Su logró es enorme y estamos próximos a que el correato y sus cientos de millones de dólares inunden las redes del mundo con estos mensajes.  

Su libertad que además es la cara del agazapado odio contra todos quienes los desenmascararon y en justicia lo condenaron, refiere un pacto que fortalece al verdugo vestido de víctima y descoloca por completo a quienes lo ayudaron – entiéndase el gobierno-  y hoy se hacen llamar ingenuos.

El pacto de la ingenuidad tiene líneas horrendas y la primera de ellas es que Glas aglutinará la narrativa del amedrentamiento que bien maduraron desde 2009 con la noción de “ser mas que los anti patria”. El verdugo enfundado en el traje de víctima nos restriega la heroica emancipación que le ofreció un juez de Manglaralto.

Glas ha triunfado, nos lo recordará en cada kilómetro que el supuesto enfermo recorrió con soltura desde las 11 de la mañana del 9 de abril cuando abandonó entre gritos de victoria la cárcel que él mismo ayudó construir.

El pacto de la ingenuidad ha sido apalancado por el presidente Lasso y su equipo como el irrestricto respeto a Ley, pretendiendo liberarse del peso de la responsabilidad del sinnúmero de irregularidades al debido proceso que significó conceder el habeas corpus al ex vicepresidente.

Otro chocante elemento del discurso es equiparar  la justicia con la magnanimidad del ejecutivo, haciéndolo un tema personal frente al rencor y venganza. 

El pacto de la ingenuidad es la voz pusilánime del frente político del presidente Lasso que ha justificado los hechos con frases como “no estábamos preparados” o “necesitamos la manera de proyectarnos hacia delante” y me pregunto si la libertad del segundo mayor delincuente de cuello blanco del Ecuador es parte de nuestro porvenir.

El presidente Lasso, sobrio, ha dicho que no pactaría jamás con la corrupción y se escudó en la separación de poderes para decir que no puede intervenir en las decisiones que tome un juez. Qué emoción, cada 9 de abril festejaremos el día de la independencia judicial, podremos solicitar a  Sinohidro y Odebrecht que cubran los gastos de los foros que conmemoren el recuerdo tan especial.  

Su declaración antes de que se concrete la salida de Glas de Latacunga apalancó lo actuado por el juez Moscoso, criado y formado en el correato puro y duro. Pero la temeridad del juez Moscoso solo puede sustentarse en acuerdos logrados porque dudo que un juez parroquiano de una playa cualquiera posea los arrestos para desestabilizar un país.

Sin acuerdo, el juez Moscoso apenas tenía una mesa de dos patas y algún ingenuo le tendió su ayuda para armar una mesa con color de impunidad que deja un mensaje claro como destino futuro: si roban, que sea mucho porque solo así se obtienen acuerdos.