Un periodista valiente que deja en orfandad al oficio (Tercera Parte)



Un periodista valiente que deja en orfandad al oficio (Tercera Parte)

Redacción La Fuente - Periodismo de Investigación9 diciembre, 202312min
Redacción La Fuente - Periodismo de Investigación9 diciembre, 202312min
Un periodista valiente que deja en orfandad al oficio
Del mismo modo en que los pueblos castigan con el olvido a los tiranos que guardan reposo en la huida eterna, también honran, con su respeto, admiración y cariño, a quien siempre defendió en primera línea los más altos intereses de su nación. Eso hacen los patriotas y Villavicencio fue el más valiente y comprometido de ellos.

Su tragedia es el oscuro epílogo de una sucesión de más de 15 años de arremetidas judiciales, campañas mediáticas de desprestigio, hostigamiento policiaco y revanchas políticas para asfixiar, sin éxito, su talante inclaudicable y disuadir su labor fiscalizadora.
Reconocidos periodistas ecuatorianos y también internacionales dan testimonio del golpe que ha recibido la democracia y la propia actividad periodística tras el horror del asesinato de Fernando Villavicencio.

Villavicencio es valentía y coraje

María Belén Arroyo, editora política de Revista Vistazo y cofundadora del portal de investigación Código Vidrio, relata cómo conoció a Villavicencio y notó el coraje que lo caracterizaba desde su juventud.

“Conocí a Fernando en el esplendor de sus 26 o 27 años, como estudiante de la Facultad de Comunicación en la Universidad Central. Esa voz modulada revelaba una fuerza de carácter y una firmeza a toda prueba. Nos daba ejemplo de coherencia y de compromiso político, en tiempos turbulentos en los cuales asumirse de izquierda equivalía a convertirse en blanco de las fuerzas represivas del Estado”, recordó.

Según Arroyo, Villavicencio siempre fue un hombre rebelde, insumiso, que jamás callaba ante los abusos y siempre objetaba lo que nadie más se atrevía.

“Por esos años desapareció el escritor quiteño Gustavo Garzón, aquel que escribió ‘Brutal como el rasgar de un fósforo’. Fernando no supo, no quiso acomodarse al orden establecido. Entendió que la búsqueda de la verdad exige sacrificios, aún personales. Eran fines de los 80, no calló, no temió, no dudó”.

Con el crimen, continúa la periodista de investigación, “el periodismo pierde un frontal defensor de la transparencia y la integridad pública”.

Y a vuelta de página: “El país pierde a quien se atrevió a encender la llama de la verdad. Quizás él intuyó que el suyo sería el sacrificio total. Que las verdades que denunciaba desataban la ira de los perros rabiosos guardianes de los botines de las mafias”, insistió.

Su magnicidio debilitó la capacidad de reacción de la ciudadanía a los atropellos del poder público y expuso diáfanamente los vínculos de la política con el crimen organizado transnacional.

Villavicencio es irremplazable

El periodista y presentador, Carlos Vera, cree que Villavicencio es irremplazable, pero la herencia de valentía que lega ha florecido en quienes pretenden honrar su memoria.

“El caso de Fernando Villavicencio es no sólo único sino último en este país. No habrá sucesores, peor relevos. Saben que la consecuencia es la muerte, pero su siembra ha sido mucho más fructífera con su desaparición que con su existencia”, matizó.

Su muerte, dice Vera, inmortalizó su trabajo y lo encaramó como un referente del periodismo y la defensa de la verdad en el que muchos se inspiran para su propio derrotero cívico.

“Su verdad no lograron cercenarla, sino multiplicarla y el legado que deja al Ecuador de lucha, de horizonte, de norte, de realismo es descomunal. Ni en equipo se podrá suplir lo que él hacía”.

Más allá de eso, Villavicencio era un hombre modesto, cuyo mayor patrimonio era la intrepidez con la que actuaba; la impronta de su trabajo periodístico era el rigor.

“Él no se reconocía ni se creía infalible, simplemente acertado, inclaudicable, infatigable. Con una multiplicidad de denuncias de casos, con sobrada valentía y exceso de precisión que merecen seguimiento y no olvido en el Ecuador”, enfatizó.

El asesinato de Villavicencio fue una demostración de fuerza del crimen organizado -quizá la más contundente- para expresar su prevalencia sobre las instituciones y aterrorizar a un pueblo en camino a su liberación.

El asesinato de Villavicencio lesionó gravemente la libertad de expresión

Mónica Almeida, periodista de investigación de Diario El Universo, considera que el asesinato de Villavicencio lesionó gravemente la libertad de expresión y el Estado de derecho.
“La muerte de Fernando Villavicencio fue un grave golpe a la institucionalidad democrática del país que dejó al descubierto la alevosía de los grupos criminales, posiblemente aliados con algunos miembros de la clase política”.

Su carácter multifacético, según Almeida, coadyuvó a que su compromiso con el país sobrepase el campo de lo periodístico y se instale en la esfera pública para enfrentar las fuerzas más oscuras de la política nacional.
“Periodista, sindicalista, activista y finalmente político, Villavicencio fue siempre más allá que muchos de sus colegas periodistas de investigación. Y para los periodistas siempre será un miembro de nuestro gremio. Su deseo de trascender y de lograr cambios en el país lo impulsaron a tomar partido públicamente por la causa anticorrupción. Se desmarcaba del resto porque Fernando se preocupaba de poner denuncias penales y vigilar de cerca la evolución de las investigaciones. Por una de ellas tuvo que esconderse en la selva y luego pedir asilo político fuera del país”, contó.

Villavicencio fue un amigo y maestro; un pedagogo de la investigación periodística que compartía detalles de su trabajo con sus colegas y jamás permitió que su paso por la política corrompiera su tenacidad.

“Su prodigiosa memoria hacía que no se le escaparan nombres, fechas ni detalles de los hechos de corrupción que exponía. Siempre fue generoso con los reporteros, siempre tuvo tiempo para tomar un café y explicar algún esquema de corrupción que había denunciado o para ayudar a obtener un documento o poder llegar a una fuente. Los egos de la política no carcomieron al periodista. Su partida deja una ausencia sentida en el periodismo ecuatoriano”, lamentó Almeida.

Un crimen que la clase política pretende invisibilizar

Los talentos de Villavicencio son reconocidos por sus colegas en Ecuador y el exterior. Su asesinato, además, supone un desafío crucial para los políticos y las instituciones. Así lo considera Fernando del Rincón, periodista y presentador de noticias de CNN en español.

“La clase política debe tener muy en cuenta lo que ha ocurrido y debería buscar que se hiciera justicia, que se diera con los autores intelectuales. El hecho de invisibilizar o tratar de desaparecer el acontecimiento que marca la historia y el nombre de mi tocayo, Fernando Villavicencio, no va a generar ningún cambio. Por el contrario, se irá desarmando la institucionalidad, la capacidad de transparencia de la justicia y se irá desarmando, y poniendo en el nivel más bajo, a la clase política ecuatoriana”.

Un vacío en el periodismo

Sobre las implicaciones geopolíticas y periodísticas en la región, la periodista y presentadora de noticias en la cadena RCN y NTN24, Andrea Bernal, sugiere que la ausencia de Villavicencio se siente por el vacío de denuncia e investigación que dejó tras su partida.

“El asesinato de Fernando Villavicencio movió el tablero político y periodistico del ecuador y de la region, ningun periodista puede ser asesinado, ningun político debe ser asesinado. Fernando desde hace muchos años ponía sobre la mesa investigaciones que llevaron a expresidentes y miembros de un gobierno a ser investigados. El golpe a la democracia no se puede dimensionar, sino hasta que pasa el tiempo y vemos la falta que hace este tipo de voces. Que no le pase a ningún periodista más”.

El gremio de periodistas lamenta profundamente la muerte de Fernando Villavicencio a escala mundial. Ahora que no está, los lazos de hermandad y camaradería se han estrechado alrededor de su trabajo. Corresponde a cada uno contribuir desde sus espacios para la construcción de su patria soñada; libre, próspera y pacífica como solo él pudo imaginarla.