Isidoro Ricardo Martínez Velásquez, no necesitó de ninguna empresa, su solo nombre fue una expresión de solvencia económica y ética que garantizaba la suscripción de un contrato de $9.9 millones, para la provisión de 2 millones de mascarillas quirúrgicas, a un precio de $4,98 la unidad. Así lo entendió la máxima autoridad de salud, en momentos en que médicos y enfermeras se contagabian y morían por falta de tapa bocas.