Gritar y salir: La historia de Sara



Gritar y salir: La historia de Sara

Contenidos La Fuente24 marzo, 202127min
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Los jueces Edmundo Samaniego, María Suárez y Milton Maroto del Tribunal de Garantías Penales de Pichincha dijeron que era difícil comprobar la violación de Sara porque los hechos no se ajustaron a la doctrina penal o el perfil que denota al delito. Quienes cometen abusos sexuales buscan el anonimato, el no ser observados, el ocultarse, dijo el tribunal. Pero en el otro extremo hay centenas de experiencias que no cumplen esos requisitos y sin embargo son víctimas. Esta es la historia de una joven abusada que en derecho dejó de serlo porque no le creyeron.

Una fría madrugada de diciembre, la humedad agrava la sensación termal y hace del rocío que llega con la mañana una invernal molestia. El silencio se rompe por los gritos de una joven que corre, descalza, por una larga calle del Valle de Tumbaco, son los suburbios residenciales del oriente de Quito.

No importa la distancia que corre, huye en sollozos, pide auxilio sin que nadie atienda su ruego.

Desorientada recorre la vía de paredes altas a cada lado, nadie sabe de su condición.

Un motociclista que madruga a su trabajo se topa con ella en la calle La Cerámica y la encuentra en shock. Ella le suplica que le lleve hasta su casa, pero el trabajador solo se compromete a dejarla en la primera parada de buses que va a la ciudad.

Lloraba y le dije que me saque de ahí”, recordará mucho tiempo después, cuando se inició el juicio contra el agresor.

Nunca olvidará el nombre de aquel hombre en moto que le dio un dólar para el pasaje. En el bus el chofer se condolió y le hizo un espacio a su lado. Aturdida, se dio cuenta que solo llevaba una blusa ligera y pantalón.

 

El chofer le preguntó qué pasó. No se atrevió a responder.

Vivía una conmoción que hacía un espiral en sus entrañas. No podía decir que se sentía violada, porque no lo recordaba. En el camino a Quito reaccionó y le pidió al chofer un celular. Llamó a su madre: “No sé qué me pasó, solo sé que desperté desnuda en una cama, con un desconocido», le confesó.

Deja de llorar, ya cállate”

Su madre la llevó al Hospital de los Valles, el médico que la atendió dijo que no había aliento a alcohol, que no había lesiones, ni desgarros, ni sangrado; pero sí un tampón vaginal. “Me dijeron que no podían revisarme si es que yo iba a poner una denuncia, porque los encargados de la revisión en este caso era Flagrancia”, recuerda Sara.

Llamaron a la Fiscalía porque sospecharon de un caso de abuso sexual.

Tuvo que someterse a todo tipo de exámenes: médico legal ginecológico, sicológico, de entorno social, de sangre, de alcoholemia.

El informe toxicológico estableció que Sara tenía 1.80 (g/l) gramos de alcohol en la sangre, con estado de confusión, con trastornos de memoria y compresión, desorientación, exageración emocional, incoordinación muscular, aumento del tiempo de reacción, somnolencia, falta de autocrítica.

El examen médico legal de la fiscalía le confirmó que había tenido relaciones sexuales. Los exámenes genético forense revelaron que en el tampón había fluido seminal y ADN.

Sara debió tomar antirretrovirales durante un año para descartar VIH y otras enfermedades de transmisión sexual.  Ese episodio, según las pericias psicológicas y de entorno social, le dejó afectaciones físicas, emocionales y sociales. Tuvo sentimientos de culpa, frustración, ansiedad, nerviosismo, depresión, pesadillas. Pensó, incluso, en el suicidio. “Me cuestionaba…pensaba en qué tal vez yo podía haber hecho algo para terminar en una situación así…me costó entender que no fue mi culpa, que abusaron de la situación en la que me encontraba”, nos cuenta Sara.

El peritaje psicológico informó que su relato era “creíble” y no presentaba contradicción a pesar de las lagunas mentales, le recomendó continuar con terapia.

Uno de sus principales obstáculos ha sido contar esta historia decenas de veces ante autoridades, investigadores judiciales y abogados que han puesto en duda su palabra. “Se aprovecharon totalmente de la condición en la que estaba. Ha sido un proceso súper horrible porque… primero, ha habido varios fiscales y es como que a cada uno le tienes que ir a convencer de que te crean”.

“El primer recuerdo que tengo es que estoy en un cuarto oscuro y que me están desvistiendo. Es, en verdad, como algo irreal, como que no sabes si está pasando. Como yo estaba tan mal, ni siquiera podía hablar, mi cuerpo era como un muñeco, no podía reaccionar. De alguna forma el cuerpo no me respondía”, relata Sara.

Como que no tengo claro, pero me acuerdo que le decía que por favor me deje ir, que yo tenía que irme a mi casa y él me decía ya cállate.…no sé si mi cerebro lo borró o me quedé dormida, el siguiente recuerdo que yo tengo es que yo intentaba levantarme de la cama y él me volvía a jalar, tengo recuerdo de cosas que él me decía como no entiendo por qué lloras si yo te amo, o cosas así. Yo solo lloraba”.

Así empezó Sara el relato que detalla el estado alcohólico en que se hallaba luego de haber festejado con sus amigos el fin de sus estudios universitarios.

Esa noche

El jueves 14 de diciembre de 2017, Sara fue a celebrar su graduación y se embriagó. En la madrugada vomitó y la sacaron de la discoteca. Sus compañeros se quedaron adentro pagando la cuenta.

Posteriormente, sus amigos -que tenían su billetera y celular- la perdieron de vista. Sara se arrimó a unas barandas con sensaciones de arcadas que no paraban. Permaneció agachada hasta que dos hombres se le acercaron y uno de ellos se la llevó. Eran las 3:17 a.m.

Todo se registró en las cámaras de la discoteca.

Salí y me agarré de unos barandales que había, vomité y vomité. No sé cuánto tiempo, en ese lapso, se me acercó este tipo y me decía ya vamos. Yo en mi estado sabía que era un desconocido y que no debía irme con él.»

Sus amigos nunca la vieron marcharse, aquel desconocido se la llevó de la misma forma en que se ayuda a un borracho a caminar a la salida de una fiesta.

Despertó a las 5:30 a.m. en Tumbaco, sin saber cómo llegó. Aterrada se puso la blusa y el pantalón, no encontró su ropa e intentó salir. En esa encrucijada buscó en el pantalón del extraño y encontró las llaves de un auto, salió del cuarto, y por unos momentos le costó encontrar el estacionamiento; intentó prender el vehículo y huir en él, no pudo. Segundos después vio el control remoto de la puerta del garage y lo activó.

Cuando empecé a abrir la puerta del garage le vi a él que salió, me gritó qué estoy haciendo, ese rato lo único que hice fue saltar del auto, botar las llaves y salir corriendo”.

El agresor

Este medio contactó a la defensa del acusado en busca de su versión. Eduardo Calderón, uno de sus defensores indicó que no podía pronunciarse porque el caso está abierto. También solicitamos el pronunciamiento de su otro abogado Daniel Palacios, pero se nos comunicó que estaba fuera del país.

La versión del acusado, de marzo de 2018, es completamente opuesta.

Dice que Sara se fue con él voluntariamente, que ella le sonrió en la discoteca; hablaron, aunque no recuerda de qué. A las tres la mañana, cuando la discoteca cerró, vio a Sara a la salida de la discoteca, se le acercó con un amigo y conversaron, le propuso ir de “after party” y ella aceptó.

Camino a su casa iban acariciándose, que estaban borrachos, pero que podían caminar. A eso de las cinco de la mañana Sara le dijo que se tenía que ir y él se ofreció a llevarla a su casa o pedirle un taxi, pero ella no aceptó. Que le abrió la puerta del garaje y ella salió caminando, aunque no recuerda si llevaba zapatos.

Después de eso volvió a la cama, durmió unas tres horas y se levantó para ir a un partido de tenis.

Tampoco recuerda si hubo contacto íntimo.

Pablo Sempértegui, abogado de Sara, relata que casi dos años después, en enero de 2020, el procesado volvió a la Fiscalía para aclarar hechos que nunca mencionó en su primera declaración: el tampón vaginal que Sara llevaba esa madrugada. El agresor dijo que ella se lo quitó y lo dejó sobre papel sanitario en el velador junto a la cama.

Salió corriendo de esa casa, sin zapatos, sin ropa interior, sin saco, ¿pero se acordó de ponerse el tampón? Es una locura, ella recordó el tampón en el momento que le hicieron el examen médico legal, dice la madre de Sara. “Y si hubiese sido así como dice él, no debería haber ADN del agresor en el tampón», reflexiona.

Las diligencias de la instrucción fiscal

Con los resultados de las pericias Sara y sus abogados estaban seguros de que el fiscal Giovanny García tenía todos los elementos de convicción para llamar a la audiencia de formulación de cargos. Para abril de 2019 ya habían transcurrido 16 meses de lenta investigación. Recuerdan que el fiscal les decía: “es que quiero este elemento probatorio que falta, alguna ampliación o alguna cosa por el estilo para determinar claramente que no ha sido un abuso sino una violación.

«Dilató el proceso lo más que pudo”, cuenta Sempértegui, abogado de Sara.

Nueves meses tardó el testimonio anticipado de Sara para ser incluido en el proceso.

En la audiencia de formulación de cargos, en septiembre de 2019, el fiscal acusó por violación a J.F.C. pero extrañamente pidió medidas sustitutivas, para sorpresa de los abogados de la víctima que esperaban el pedido de prisión preventiva.

La defensa del acusado indicó que no era necesaria la prisión preventiva por cuanto sus abogados señalaron que él trabajaba, tenía propiedades en el país y estaba colaborando con la justicia. Oiga, señor fiscal, usted tiene muchos elementos científicos aquí, normalmente en este tipo de delitos, aún sin todos los elementos, me piden la prisión preventiva y yo les doy la prisión preventiva, qué mismo le va a poner, fue la reacción del juez hacia el fiscal, cuenta Sempértegui. El juez dispuso el inicio de la etapa de instrucción fiscal.

Uno de los abogados de Sara expuso en una red social su malestar por la actuación fiscal. Frente a eso, el fiscal García se quejó y pidió ser excluido del proceso. La Fiscalía Provincial le negó el pedido, alegando que todos los ciudadanos tienen el derecho a realizar denuncias por cualquier medio.

Faltando dos semanas para que concluya la instrucción, el fiscal dispuso varias diligencias, entre ellas que se realice un informe técnico de identidad morfológica sobre los videos de la discoteca, también pidió de oficio al médico legista, Manuel Guamangallo, la interpretación del alcohol que Sara tenía en la sangre cuando ocurrieron los hechos.

Guamangallo no es un perito toxicólogo, no había hechos estudios ni peritajes de toxicología. Según señalan los abogados de Sara, el análisis que el médico realizó no fue un informe pericial como requería el proceso, sino un oficio contestando un requerimiento del fiscal.

Esas diligencias cambiaron totalmente el rumbo del caso y la posición de la Fiscalía.  El informe morfológico, que solo comparó las imágenes de la discoteca con las fotografías del Registro Civil de Sara y el acusado, señaló que no fue posible identificarlos.

Por su parte, Guamangallo en su oficio le dijo al fiscal que era necesaria una concentración de alcohol etílico en la sangre de 3.1 a 4.00 (g/l) para que una persona pierda la razón y el sentido. Guamangallo nunca consideró el peso y estatura de la víctima.

El fiscal Giovanny García cambió radicalmente su posición en el caso: envió a la Fiscalía Provincial su dictamen abstentivo, consideró que no existían “suficientes elementos de convicción para promover un juicio”. La Fiscalía Provincial ordenó inmediatamente la revocatoria de ese dictamen y pidió seguir con el juicio.

La audiencia de juicio fue realizada el 2 de octubre de 2020. Los abogados del acusado señalaron que “no existió la materialidad del delito” porque la víctima no recordaba haber sido penetrada. Incluyeron los testimonios del médico del Hospital de los Valles que señaló que no percibió aliento a alcohol en la víctima, y de Manuel Guamangallo, en calidad de testigo, quien reconoció que no era perito toxicológico, que no realizó un informe pericial y que en su análisis no tomó en cuenta ni el peso, ni la talla de Sara, que mide 1,57 m y pesaba 103 libras.

La defensa de Sara insistió que se comprobó la violación. “Presentamos elementos científicos que comprobaron el cometimiento del delito, contamos con informes periciales correctamente practicados que evidenciaron la falta de sentido en la víctima, así como la violencia del acto, comprobamos el acceso carnal a través de un irrebatible informe pericial que confirmó la presencia de ADN del agresor en el tampón de la víctima y finalmente se estableció con toda claridad el daño psicológico por el cual recibe terapia hasta el día de hoy”, dice Sempértegui.

La sentencia del caso significó un duro revés para Sara. Los jueces Edmundo Samaniego Luna, María Suárez Tapia y Milton Maroto Sánchez, del Tribunal de Tribunal de Garantías Penales, declararon inocente a J.F.C., pues consideraron que no se demostró la existencia del delito porque las pruebas de descargo no fueron suficientes.

Ese día mi primera respuesta fue decir ya no más, no quiero seguir. Luego lo pensé mejor y lo hablé con mi familia, entendí que si no apelamos es darles la razón. Le dije a mi mamá que lo hacemos para dejar sentado que estamos inconformes e indignados con la respuesta de los jueces, esto es super desgastante”.

Los jueces reconocieron que Sara y el acusado estuvieron en la discoteca y luego en la casa de Tumbaco, que hubo contacto sexual entre ellos, pero que no se logró establecer que ella haya estado privada de la razón o del sentido o que se haya usado violencia para “accederla sexualmente”, pues hubo muchas contradicciones en los hechos que se narraron.

Entre los argumentos del Tribunal señalaron además que los problemas familiares de Sara le generaron rechazo hacia los hombres y un “patrón de asco” hacia las relaciones sexuales.

Si en ella existía un patrón de asco hacía las relaciones de ese tipo, ¿cómo es que aceptó mantener un contacto con un desconocido en los días que atravesaba su período?

La sentencia revictimizó a Sara al tratarse en el juicio temas que nada tenían que ver con el abuso que enfrentó, como los inconvenientes provocados por la separación de sus padres.

Pero sobre todo los jueces señalaron que no se demostró la existencia de violencia sexual, porque las lesiones provocadas por la fuerza tienen características violentas distintas y son diversas. Señalaron que tampoco se podía hablar de que Sara haya sido amenazada para que consienta el acto, porque ni siquiera ella lo menciona en su declaración.

El tribunal condonó la violación por el hecho de que Sara estuvo borracha, en circunstancias donde el consentimiento no opera y no existe noción alguna de una relación aceptada. Porque simplemente es una práctica común abusar de mujeres que están al nivel de inconciencia.

Los jueces indicaron que, si bien Sara tenía 1,80 gramos de alcohol por litro en la sangre, eso “no implica que no pueda saber y decidir respecto de sus actos” y que según la “información técnico-científica contundente” proporcionada por el médico Guamangallo, Sara “no se encontraba privada de la razón o el sentido”.

La versión de Sara, dijo el tribunal, no es probable porque según la doctrina quien comete este tipo de delitos, busca el anonimato, el no ser visto, el ocultamiento; los jueces se preguntaron cómo es que, en un lugar público, nadie pudo percatarse que la víctima era agredida o que se la estaban llevando en contra de su voluntad, aun cuando Sara declaró que estaba tan «tomada» que no podía ni hablar y que la llevaron como «se lleva a un borrachito». También la cuestionaron por no haberle contado a las dos primeras personas que la ayudaron que había sufrido un ataque sexual ¿Cómo iba a hacerlo si no sabía lo que le había pasado? nos preguntamos, estando a la salida de un lugar público en donde se encontraban decenas de personas, nadie pudo percatarse de que la víctima era agredida o que se la estaban llevando en contra de su voluntad”, dicen los jueces pese a que Sara declaró que estaba tan “tomada” que no podía ni hablar”.

Sara dice que solo un “milagro” podrá cambiar la sentencia. “Por Dios, ¿qué más tengo que hacer para que me crean?, solo espero que tomen la decisión justa, nosotros no estamos buscando nada más que lo justo y que esta persona de alguna forma aprenda y reciba lo que se merece por parte de la justicia”.