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Es una pregunta que me ha perseguido desde mucho antes del crimen de mi padre.
Pero desde su asesinato, se volvió urgente. Vital. Personal.
Porque cuando te arrebatan al padre, al guía, al soñador… cuando ves cómo el poder criminal silencia una voz justa para que prevalezca la impunidad, entonces entiendes que no basta con resistir. Hay que reconstruir, reconstruir con valentía.
Y hoy no vengo con respuestas absolutas. Pero sí vengo con una convicción: Sí. Sí existe otra forma de hacer política.
Una política con corazón, con dignidad, con memoria. Una política que no teme decir la verdad. Una política que no negocia con el miedo.
Porque Ecuador de Valientes no es un eslogan. Es un grito. Una herida abierta que se niega a cicatrizar en silencio. Es la respuesta colectiva de quienes ya no toleramos la resignación. De quienes, aún con miedo, decidimos no rendirnos.
Soñamos en voz alta con un país libre de mafias, con un país que proteja la vida y no la silencie, con un país donde la naturaleza no se saquea, donde las infancias no desaparecen, donde las familias se construyen con firmeza y alegría, donde el Estado ya no se arrodilla ante el crimen.
Soñamos con recuperar lo que nos arrebataron: la comunidad, la palabra dada, el abrazo entre vecinos. Porque la política sin comunidad no es más que un teatro que se vende al mejor postor. Por eso, nosotras hemos elegido mirar de frente.
Ecuador de Valientes nace del Villavicencismo,un movimiento inspirado en las grandes luchas de nuestro padre: el cuidado de la familia y la construcción de sociedades de paz. El cuidado de la madre naturaleza y los derechos humanos; y la transparencia y el cuidado de lo público; una corriente de pensamiento y acción que entiende que no hay insurrección de la conciencia sin virtud, que no hay justicia sin verdad, que no hay transformación sin coraje.
Este 9 de agosto se cumplieron dos años del asesinato de un soñador, periodista, candidato presidencial, nuestro padre. Un hombre que creyó en un país libre, valiente y justo. Y en estos dos años, hemos escuchado el llamado de tanta gente que quedó huérfana tras ese fatídico día. Gente que no perdió solo a un líder, sino a una voz que los representaba en la oscuridad, que nos devolvió la esperanza de soñar.
Nos ha tomado dos años germinar esta nueva semilla: la semilla de la valentía. Y ahora entendemos que, aunque quizás no seamos nosotras quienes veamos el fruto de esta siembra, tenemos la convicción profunda de sembrarla con amor, con dignidad, porque soñamos algo mejor para nuestra gente.
Fernando Villavicencio nos enseñó que la valentía no es la ausencia de miedo, sino la decisión de caminar hacia el fuego cuando nadie más se atreve. Nos dejó una carta de navegación, un caminar limpio y que nos recuerda que otra política es posible si nace desde la ética y se sostiene en la acción.
Aquí no se trata solo de ganar elecciones. Se trata de honrar la vida con cada decisión política, de recuperar el poder personal para construir lo colectivo, la palabra “honestidad” del basurero del cinismo, de educar para emancipar, de organizarnos para protegernos, de desobedecer lo injusto con rebeldía amorosa y de defender a la patria como quien defiende a su propia madre.
No queremos volver al pasado. Ni queremos un futuro impuesto desde visiones que no se alinean con nuestros valores. Queremos construir nuestro presente, desde abajo y entre todos, con las manos de los que siembran, con las ideas de los que enseñan, con la memoria de los que cayeron luchando y la ternura de quienes todavía creen.
Porque ser valiente no es un acto individual.
Ser valiente es tejer comunidad, es proteger a quien no puede defenderse, es hacer política con amor, con rabia pero también con alegría,es sostener la esperanza como una antorcha en la noche más larga.
Hoy les pregunto:
¿Estamos dispuestos a soñar juntos lo que no pudimos solas? ¿Estamos listos para construir juntos el Ecuador de valientes que nuestros hijos merecen? ¿Estamos listos para caminar hacia la benevolución, hacia ese estado de virtud que se alcanza en comunidad?
Entonces, caminemos. No como héroes aislados, sino como una familia, una manada, que sigue el ritmo, el latido, el llamado del corazón colectivo.
Hoy, aquí, nace otra forma de hacer política, de hacer patria.
Un Ecuador de valientes.
Y esta vez, no habrá balas que nos puedan detener.