FERNANDO Y LAS DOS RAMAS QUE LE CRECIERON: UNA BELLA HISTORIA DE AMOR



FERNANDO Y LAS DOS RAMAS QUE LE CRECIERON: UNA BELLA HISTORIA DE AMOR

Patricia Sandoval J. 9 agosto, 202413min240
Patricia Sandoval J. 9 agosto, 202413min240
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Ese 9 de agosto de 2023 a las 18:20 el tiempo se detuvo. Una gran oscuridad pareció aplastarnos hasta la más profunda impotencia. La mafia narcopolítica había asesinado a Fernando Villavicencio, y con ese crimen nos arrebató a quienes éramos sus amigos, familia, y al país entero, la esperanza de tener un presidente decente y valiente. 

Así la vida hace un año exactamente, cual marea brutal nos revolcó, nos despertó de un aletargamiento de décadas sobre la triste verdad de nuestro país, sumido en Estado de Impunidad, capturado por el narco y la corrupción . “Una Patria cautiva… andando de noche sola”.

Este año ha sido un tiempo de evocar recuerdos y enseñanzas que trajo, a quienes lo conocimos, su presencia física.  Fernando, brutalmente honesto, sin los filtros de la conveniencia política, o de lo políticamente correcto; amante de la palabra, de la escritura y la lectura. Era ese intrépido emprendedor que a los 24 años ya tenía su propio negocio, una peña artística llamada “El conflicto permanente”.  

En esa misma época no dudaba en subirse a los buses,vestido de traje y bufanda, para vender “Prensa Obrera”, un periódico que lo escribía, diseñaba e imprimía junto con un grupo de compañeros trotskistas, y en el cual realizaban análisis de la situación política nacional y mundial. 

Pero también llevaba adelante el programa “Entre dos líneas”, en Libertad, una pequeña radio ubicada en la Mama Cuchara, en pleno centro de Quito. 

Un buen día esos micrófonos generosos también se abrieron para difundir mi canto y mi protesta. Así nos encontramos en ese sueño de dos jóvenes comprometidos con causas justas, en la convicción de que un cambio es posible.  El programa de Radio Libertad, que luego se trasladó a Radio Tarqui, tenía una gran sintonía. Aún me parece escuchar esa voz potente y a la vez modulada de Walvin Vargas Acosta, su amigo por muchos años, con la que anunciaba la llegada del programa “Entre dos líneas”. También fui fan de su otro programa Proyección Latinoamericana, en radio Hit. 

“Abrazo Latinoamericano” interpretado por César Isela y el Quinteto Tiempo, con base al poderoso poema de Nicómedes Santa Cruz era la introducción de ese impecable programa con el que llevaba a su audiencia a hacer  un recorrido musical y poético por toda la región. Es que la música fue uno de nuestros puntos de coincidencia, “un puente” diría él. 

Esta conexión musical también les permitió a nuestras hijas compartir con su padre los mejores momentos de complicidad, que han quedado perennizados en sentidas interpretaciones. 

Amanda y Tamia llegaron a nuestras vidas como dos regalos inmensos para cuidar, formar y amar. Ellas, según los versos de Fernando, eran las ramas que le crecieron a ese gran árbol y a las que amó infinitamente, una bella historia de amor. 

Recuerdo todavía cómo descalzo cargó a la pequeña Amanda, casi a la media noche, en busca de un hospital estatal tras un ahogamiento, del cual la pudimos recuperar, gracias a esa certera reacción. O cómo apoyaba a Tamia para que siguiera su sueño de ser trompetista, haciendo los esfuerzos económicos necesarios.

Volviendo a los tiempos de juventud, recuerdo que su trayectoria periodística más formal la inició en noticieros en Radio Tarqui y en Radio Éxito, en los cuales cada pieza noticiosa tenía su impronta poética y rebelde. Fernando, siempre irreverente, estuvo del lado de los menos favorecidos, y de las causas justas, y también enfrentando al poder político de turno. Con su don de la palabra, gran conocimiento y memoria, relataba de manera impecable cada lucha social. La defensa del IESS y la de los sectores estratégicos también fueron parte de su lucha.

Fueron 40 años de trayectoria periodística de este apasionado en sus convicciones, quien pudo enseñar, con el ejemplo, la valentía para enfrentar las adversidades. 

Fernando nunca se quebró, pese a la persecución, al odio de los poderosos narcopolíticos, siguió adelante. Se fajó contra todos en la institución que avergüenza a los ciudadanos: la Asamblea Nacional, para luego ser un candidato opcionado a la Presidencia de la República.  Y en todas esas batallas venció.

Tras un año del horror y la indignación por el magnicidio, la ausencia de Fernando taladra el corazón por partida triple: en lo personal, periodístico y lo ciudadano. Es que en un abrir y cerrar de ojos, mis hijas Amanda y Tamia perdieron a su amoroso padre en medio de un crimen brutal. El dolor, ya crónico, de esa pérdida tan cercana en nuestras vidas sigue siendo imposible de asimilar. 

En mi calidad de periodista, también resiento el asesinato de una voz valiente en contra de la corrupción, de un compañero ejemplo de generosidad, que siempre compartió información conmigo, así como con muchos otros colegas. Siempre apuntando con el dedo a los corruptos.

En política también fuimos compañeros de ideales, primero desde una militancia de izquierda con principios humanistas. Y luego, a través de la evolución del pensamiento, hallamos en la vía democrática una mejor opción para construir un mejor destino para el país. Para finalmente, llegar a entender que la verdadera disputa no está entre la derecha o la izquierda, sino que el verdadero enemigo a enfrentar y vencer es la corrupción que permea desde ambas veredas.

Por ello como ciudadana de este hermoso pero triste país, también me lastima esta ausencia obligada, ahora cuando escasean los honestos y valientes; cuando al parecer la arena política y la de la justicia son más bien un gran mercado en el que se transan los más inconfesables ‘favores’.

Sin embargo, Fernando nos dejó un gran regalo: la claridad de entender lo que está pasando en el país, cómo la narcopolítica infectó las instituciones y quiénes son los responsables. También nos dejó la inspiración de su ejemplo, para no quedarnos de brazos cruzados y ser valientes, o ser más de lo que pensamos.  

Aunque la sociedad ahora sin la voz firme de Fernando se siente huérfana, tiene en todas sus investigaciones, denuncias, videos, twitts y entrevistas, infinita información para conocer el presente y decidir su futuro. Los corruptos ya fueron señalados y algunos incluso han huido, otros ya han caído. Soy optimista en que otros están por caer. Como ya se ha dicho, pudieron haber matado al mensajero, pero no al mensaje. 

En varias ocasiones me he encontrado con personas que conocían a Fernando Villavicencio y que en una especie de catarsis me han confesado: “Cómo le extrañamos a Fernando”. Antiguos amigos, profesionales petroleros y de otras esferas, periodistas se lamentan por la ausencia: “es irremplazable” me dicen. “Cree que si Fernando estuviera vivo, entregarían así no más el OCP nuevamente, sin hacer licitación?”. “¿Cree que se construirían cárceles sin concurso?”; ¿Cree que habría tanto secretismo en el tema de las móviles?.

Muchos me cuentan sus anécdotas con Fernando, los planes que tenían para cuando llegara a la Presidencia y cómo él les marcó la vida. 

Yo digo: ¡Sí, todos lo extrañamos!. Pero no basta con extrañarlo, le debemos a él buscar un cambio por nosotros mismos, empoderarnos de nuestra propia valentía y ser, como él lo era, intolerantes frente a la corrupción. Ese camino aún debemos recorrerlo, no es fácil, pero es nuestro deber como sociedad. 

Fernando escribió y fue esa su victoria. Lo hizo aunque estuvo perseguido y haciendo frente a las más difíciles circunstancias. Ahora, Amanda y Tamia, también con valentía, han decidido cuidar la memoria de su padre, no descansar hasta que este crimen sea esclarecido y los culpables reciban el castigo que merecen. En esa tarea yo, hijas queridas, estaré apoyándolas incondicionalmente.

Ellas también lo quieren hacer desde el arte, el deporte, la educación para brindar alternativas a la juventud. El objetivo: que nunca más se repita un crimen tan atroz, que las voces que desnudan la corrupción sean reconocidas y no silenciadas. Ellas, son ejemplo de resiliencia.

En medio de la tragedia, ver a estas hijas guerreras, admirar su entereza para enfrentar las secuelas del atroz crimen es entender el ciclo de la vida. De una vida de lucha y amor humanista pudieron brotar ya no ramas, sino árboles que con su juventud, un pensamiento renovado, nos traen lecciones de vida, nos inspiran.