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Pocas son las personas que pueden acostumbrarse y entender a un ser humano que fue tan diferente al resto, yo soy una de esas personas y no está abierto a discusión.
Fernando o Fer como de cariño le decíamos, era el primero en levantarse a las 4 de la madrugada para leer e informarse de absolutamente todo, lo hacía porque para él era importante tener todo el trabajo del día listo a las 8 am. Recuerdo que nuestras mañanas en equipo empezaban con una buena taza de café negro sin azúcar, como a él le gustaba y las bromas con humor negro, tan propias de su carisma y estilo.
Un poco de lo que fue haber compartido con el Fer durante casi 2 años, fueron esos momentos en los cuales sintonizábamos y hablábamos a las 4 de la madrugada, pareces novia fea le dije; ya con más confianza, sin duda me refutó que él no tenía tan mal gusto.
De las muchas y tantas anécdotas que puedo contar respecto a él, hay una que me marcó y que jamás podré olvidar, no tiene que ver con la política, tiene que ver con su calidad humana, la del Fernando amigo, la del ser humano.
Era viernes por la tarde, tenía que llevar a mis hijas a la oficina para quedarme con ellas el fin de semana, no era nuevo para ellas, amaban acompañarme, me acuerdo que al llegar el Fer salió de su oficina, saludó con ellas y las invitó a sentarse en su oficina, Fer les dijo que si querían algo, ellas estaban aún un poco tímidas y entonces el rompió el hielo y les dijo:
-Miren, ese cajón está repleto de golosinas, yo no le dejo a nadie que coja nada de ahí, pero ustedes pueden abrirlo y tomar lo que quieran, evidentemente corrieron a abrir el cajón y encontraron todo tipo de galletas y chocolates, inmediatamente antes de que huyan a comerlas, el Fer les dijo -ese cajón es para ustedes y no para su papá él ya está un poco gordito-.
El Fer me felicitó por ellas, a lo que respondí agradecido y añadí que no era fácil criar niñas en este país, ¡son caras! Ambos reímos, luego él me mostró un dinosaurio en su maleta, lo tenía colgado de ella y me dijo, «mira yo cargo un regalo de mi hijo Martín, me pidió que lo lleve siempre, eso me recuerda que cada cosa que hacemos en la vida debe valer la pena, por eso hay que ser valientes, por tus hermosas hijas, por los míos, por los de todos sino, no tendremos un país para verles crecer», pensando así no deben salir tan caras.
Ese mensaje me ha retumbado en la cabeza muchas veces, porque al final del día cuando conversábamos de los grandes robos y la corrupción, el Fer siempre pensaba en las escuelas que se hubieran podido construir, los medicamentos de calidad a los que hubiéramos podido tener acceso y todo lo que la corrupción nos ha quitado como país, pero en su mensaje hay algo más implícito, es el entender que no hacer nada nos vuelve cómplices, el entender que se debe ser la manzana buena en medio de las podridas, con la esperanza de limpiar a las demás, esto puede parecer una ilusión lejana a la realidad; sin embargo, eso es lo que él creía, incluso en medio de la Asamblea, donde enfrentábamos problemas y conflictos a diario. Por eso éramos diferentes: éramos un equipo, éramos incorruptibles, éramos la Comisión de Fernando Villavicencio.
Creo firmemente que su capacidad y humanidad le permitieron sin lugar a duda ser el político que marcó la agenda por mucho tiempo, ser esa persona que ponía de cabeza a la política corrompida, sin embargo, mis anécdotas más importantes con él, no pueden ni deben ceñirse solo a la política, eso sería una injusticia con su memoria, él fue mucho más que eso para quienes estuvimos cerca, para quienes tuvimos la oportunidad de llamarlo amigo.
¡Hoy nos haces mucha falta Fer! Los mismos que combatiste, te arrebataron de tu familia, de tus amigos, de tu pueblo y de tu país al que amaste con tanta pasión. Pero sepan que no vencieron, solo se llevaron tu cuerpo, pero tus ideas, tus ideales y pensamientos y ese incalculable amor por tu país quedaron marcados en quienes estuvimos a tu lado. Fer definitivamente dejaste un legado, una forma diferente de descubrir y entender la política desde el ser valientes.
Fernando Villavicencio vive para quienes entendieron que el ser diferente es bueno, para quienes comprendieron que ser valientes debe valer la pena.
«El que no vive para servir, no sirve para vivir» Martín Luther King Jr.