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Alicia Suárez, de 76 años, sintió cómo en el lapso de seis meses se redujo su vista de u manera precipitada. Ella tuvo siempre el cuidado de realizarse los exámenes anuales de la vista, y solía tener excelente calificación: 98/100. Pero de manera repentina sintió que habían unas sombras, puntos negros que no le dejaban ver, incluso hasta llegar a un 30/100.
El oftalmólogo le explicó que tenía tres afecciones: edema de mácula, catarata y glaucoma. Alicia estuvo a punto de quedarse totalmente ciega, pero se logró salvar, al menos ese porcentaje bajo de visión.
Ese deterioro estaba atado a otra enfermedad que padecía: diabetes.
La enfermedad ocular le ha significado a Alicia ingentes gastos médicos, contratar una persona que le ayude en el día a día y perder la posibilidad de llevar a cabo muchas de las actividades que antes hacía: bailoterapia, reuniones con amigos, leer, entre otros.
Justamente sobre esta realidad que viven miles de ecuatorianos, la economista de la Salud, Ruth Lucio, presentó el pasado 30 de julio un estudio que trata sobre la “ceguera evitable” relacionada a la diabetes. Esta enfermedad es, justamente, la retinopatía diabética o edema macular.
La retinopatía es una enfermedad silenciosa y es importante estar atentos. De acuerdo con los datos de Lucio, el 7,3% de ecuatorianos (1,3 millones) viven con diabetes tipo 2 en el país.
De ese grupo, el 36% (casi 500.000 personas) podrían generar retinopatía diabética. De estas, 60.000 presentan afectación visual severa. Mientras 4.500 personas han perdido su visión.
Prevenir es mejor que curar
“Prevenir es mejor que curar”, dice Lucio en entrevista con La Fuente. Esta frase popular la sostiene con datos numéricos que se presentaron en el Primer Foro Nacional de Salud Visual y Ceguera Evitable, realizado hace pocos días en el Hotel Marriot de Quito.
Lucio explica que en 2023, el costo sanitario, de productividad, cobertura y protección social para las personas que perdieron la vista por retinopatía llegó a $260 millones. De este valor, el 26% se destinó a la atención médica como tal, pero el resto (74%) son las pérdidas que se generan por la caída en la productividad, por bonos sociales que se deben dar a las personas en su condición de discapacidad.
En realidad son derechos y ayudas que deben recibir. Sin embargo, reflexiona en que sería mejor seguir manteniendo la vista y, por tanto, no requerir de esas ayudas.
En el estudio, además, se calcula lo que le cuesta a la sociedad la prevención para que la población no caiga en un caso de ceguera, como una secuela de la diabetes. En este campo se registra un valor de alrededor de $108 millones. “Entonces, evidentemente prevenir va a ser $150 millones de dólares menos caro que curar”, dice Lucio.
Durante el foro, que se desarrolló gracias a la alianza estratégica entre Roche y la Embajada de Suiza en Ecuador, Line Leon-Parnet, encargada de Negocios a.i de la Embajada de Suiza en Ecuador, aseguró que esperan que esta realidad sea una historia del pasado: “gracias a la generación de una conciencia multisectorial, un diagnóstico temprano y un tratamiento oportuno”.
Asimismo, Oana Matei, gerente de Roche Farma Ecuador, hizo un llamado a la acción, a la colaboración y a una visión compartida “porque cuando trabajamos juntos, unidos por un solo propósito el futuro deja de ser incierto y se convierte en una realidad”.
¿Qué caminos seguir?
En el estudio de Lucio se ve la necesidad de identificar de manera temprana casos de diabetes para evitar que desemboquen en todas estas enfermedades y, luego, en la ceguera y discapacidad.
Los ciudadanos deben estar informados y tener buenos hábitos alimenticios, hacer deporte, realizarse un control visual periódico (al menos una vez al año).
También es necesario que el núcleo familiar, los amigos, la sociedad en su conjunto se eduquen sobre los riesgos y la necesidad del autocuidado. Pero también de la necesidad de no excluir a quienes padecen la enfermedad: “Ecuador es una sociedad solidaria”, asegura.
De acuerdo con Ruth Lucio, tradicionalmente los ecuatorianos somos muy dados a exigir a las instituciones, pero no a colaborar desde la propia ciudadanía.
Entonces el trabajo es de doble vía: de los ciudadanos que nos autocuidamos con una vida sana, y desde el Estado que debe brindar salud eficiente con especialistas en salud visual, campañas de prevención y promoción, capacitación a nuevos profesionales, equipos médicos que funcionen.

Una mesa para una respuesta social
Ruth Lucio también destacó que dentro del Foro se realizaron propuestas valiosas: “Hemos propuesto la creación de una mesa de trabajo institucional, la creación de alguna comisión para la salud oftálmica”.
Comenta que esta iniciativa es la respuesta a un problema que también se detectó y que es que todos trabajan como islas por separado. A pesar de que hay tantos recursos invertidos desde lo público, existe una desconexión. Se deben articular Ministerio de Inclusión Social, de Finanzas, la Seguridad Social, el Registro Civil, asegura. “Porque un problema social, solo vamos a poder responderlo a partir de una respuesta social”.


