
Villavicencio, de 59 años, se destacó por sus investigaciones sobre corrupción durante el gobierno de Rafael Correa, convirtiéndose en un objetivo del correísmo. El ataque fue clasificado por las autoridades como un «acto terrorista», con detonaciones controladas de explosivos en el lugar del crimen.
Seis personas fueron detenidas por su presunta implicación. Este asesinato conmocionó al país y provocó la suspensión de las actividades de campaña de varios candidatos presidenciales, quienes expresaron su indignación y solidaridad con la familia de Villavicencio.
Durante su periodo como congresista, Villavicencio investigó casos de corrupción y vínculos entre el narcotráfico y la política, muchas de estas investigaciones realizadas junto a Christian Zurita. Estas investigaciones fueron clave para la apertura de procesos judiciales que resultaron en la condena del expresidente Rafael Correa, hoy prófugo en Bélgica, y su vicepresidente, encarcelado.
Villavicencio había recibido amenazas durante la campaña electoral, relacionadas con la banda criminal Los Choneros y su líder alias Fito. Contaba con seguridad policial permanente debido a atentados previos.
El día del asesinato, en el sector financiero de Quito, el mitin en el coliseo del Colegio Anderson transcurría con normalidad. Villavicencio era conocido por sus constantes enfrentamientos con mafias y corruptos, lo que le valió admiradores y enemigos. Christian Zurita, su amigo y colega, aseguró: «No habrá nadie parecido en décadas». Sus palabras reflejan la pérdida de un periodista convertido en político.
Tras el asesinato, su movimiento político quedó sin candidato presidencial a falta de 11 días para las elecciones. Christian Zurita asumió la candidatura, logrando un notable tercer lugar en las elecciones del 20 de agosto, mientras el movimiento obtenía al menos 30 curules en el Legislativo.
Zurita ha reclamado transparencia sobre el operativo de seguridad del día del atentado, señalando posibles negligencias por parte de la Policía Nacional del Ecuador. Ha insistido en la necesidad de una revisión exhaustiva de la información de las autoridades antinarcóticos, ya que algunos de los asesinos estaban siendo monitoreados.
El asesinato de Villavicencio ha sido calificado como un «asesinato a la democracia» por sus allegados. Amanda y Tamia, hijas de Villavicencio, han testificado sobre el vacío dejado por su padre, y su legado sigue vivo en la lucha contra la corrupción. Su trabajo periodístico y las verdades que destapó continúan siendo discutidas en los medios y en los tribunales.
La investigación sobre su asesinato ha revelado anomalías preocupantes, como el rastreo irregular de celulares, sugiriendo posible complicidad a altos niveles. Durante el juicio de los responsables materiales, se descubrió que el jefe de custodia de Villavicencio no recibió el equipamiento necesario para protegerlo, evidenciando fallos graves en la seguridad estatal. Estas deficiencias subrayan la vulnerabilidad del sistema de seguridad del país, afectando no solo a periodistas sino a todos los ciudadanos.
El asesinato de Villavicencio se inscribe en un contexto de violencia contra periodistas en América Latina. Según organizaciones de protección de periodistas, Ecuador ha experimentado un aumento en los ataques contra la prensa, erosionando la confianza en las instituciones de gobierno y socavando la transparencia y la rendición de cuentas.
La libertad de expresión es fundamental en una sociedad democrática; sin ella, la corrupción y el autoritarismo prosperan. El asesinato de Villavicencio, parte de un patrón creciente de ataques a la prensa, ha generado indignación y solidaridad internacional. La reacción de los actores políticos ha sido de condena unánime, con llamados a una acción más decidida contra el crimen organizado y a la implementación de medidas de seguridad robustas.
La muerte de un candidato presidencial tiene profundos impactos en la democracia ecuatoriana, destacando la fragilidad del estado de derecho y generando un clima de miedo e inseguridad. Además, refuerza la percepción del poder del narcotráfico sobre la política, socavando la confianza pública en las instituciones democráticas y en el proceso electoral.
Fernando Villavicencio no solo fue un periodista, sino también un político y sindicalista comprometido con la equidad social. Su activismo y lucha por la verdad y la justicia continúan inspirando a muchos en Ecuador y más allá.