Su historia, ha marcado el inicio de un proceso de re aprendizaje acerca de cómo la sociedad señala y avergüenza a las mujeres por crímenes cometidos en contra de ellas mismas (en su mayoría por parte de hombres). Y, es una muestra clara de la objetualización, el sistema machista, y una comunicación re victimizante a las que se enfrentan miles de mujeres, sobre todo en casos de violencia de género.
Durante 10 años, Gisèle fue drogada por su marido y violada por más de 70 hombres. Este delito se ha categorizado como: sumisión química.
La verdad se destapó en septiembre del 2020, cuando Dominique Pelicot (esposo de Gisèle) fue detenido por filmar debajo de las faldas de mujeres dentro de un supermercado. Cuando la Policía lo detuvo, incautó sus dispositivos electrónicos y encontró alrededor de 20.000 fotos y contenido audiovisual, donde registró los ataques a su esposa.
Todo el material estaba almacenado en una carpeta titulada “abusos”. Mediante esta información la Policía logró localizar a 50 de los 80 posibles implicados en las agresiones sexuales en contra de Gisèle.
“Yo también tenía un hombre excepcional”
Tras varias semanas escuchando las declaraciones de algunos de sus perpetradores. Gisèle volvió a intervenir como testigo en el Tribunal de Aviñón.
Gisèle recordó a las familias de los involucrados, que ella también creía estar junto a “un hombre excepcional” pero que los perfiles violadores pueden estar en cualquier lado, hasta en tu propio círculo cercano. “Estas madres, hermanas, mujeres, contaron que sus hermanos y maridos eran excepcionales. Yo también tenía un hombre excepcional, pero el perfil del violador puede estar en la familia, en los amigos”.
En una entrevista para La Fuente- Periodismo de Investigación, Mayra Tirira, Coordinadora de Acciones Legales de Surkuna (organización feminista), explicó que es difícil identificar estos perfiles dentro del núcleo familiar “porque (los perpetradores) operan en círculos de confianza. La gente no cree que sean capaces”.
Hasta el momento, Dominique Pelicot se ha declarado culpable junto con más de una docena de hombres.
En septiembre, Dominique declaró que el primer año era el único en violar a su esposa. Sin embargo, a partir del 2012 comenzó a invitar a otros hombres a través de la página web Coco.gg. Entre ellos, los 51 de los implicados que están siendo juzgados junto a Dominique. Estos hombres tienen entre 26 y 74 años y enfrentan penas de hasta 20 años de prisión.
La confesión
“Mantengo que soy un violador, como todos los acusados en esta sala”, reconoció Dominique durante la audiencia. “Sabían todos su estado [el de Gisèle] antes de su llegada, lo sabían todo, no pueden decir lo contrario”.
Gisèle decidió que la audiencia sea pública, así como los nombres y las caras de sus violadores; y desde el inicio, ha mostrado su rostro como símbolo de lucha. “La vergüenza debe cambiar de bando” sostuvo con firmeza. Además, indicó que tomó la decisión de tener una audiencia pública como servicio a que otras mujeres conozcan acerca del delito de sumisión química.
Mientras tanto, los detenidos ingresan ocultando su rostro. Durante la audiencia se evidencia una suerte de camaradería masculina protegiendo la cultura de violación. Algunos acusados alegaron que no pensaron que fuera violación porque tenían el consentimiento de su esposo.
La ley de Francia define la violación como “penetración violenta”. Razón por la cuál, los defensores de los acusados alegan que no es violación porque no fue de forma violenta. Recordemos que Gisèle estaba inconsciente debido a las sustancias que su esposo le suministraba a escondidas, lo que claramente lo convierte en un acto violento y no consentido.
La audiencia continúa, y Gisèle sigue enfrentando a sus agresores públicamente, mientras los acusados siguen escondiéndose ante la mirada pública. Su frase “la vergüenza debe cambiar de bando” no sólo se convirtió en su estandarte de lucha, también fue un recordatorio de que la responsabilidad y estigma social alrededor de estos actos debe caer sobre los agresores, no las víctimas.
@towandarebels Gracias, Gisèle Pelicot, por hacer que la vergüenza cambie de bando. #quelavergüenzacambiedebando
La objetualización naturalizada en la sociedad
Pese a que este hecho ocurrió en Francia, es una realidad existente en todo el mundo. Lastimosamente, no es la primera vez que sucede.
En España, en el año 2016 cinco hombres violaron a una joven de 18 años. En el caso conocido como La Manada, los acusados fueron sentenciados en el 2019 a 15 años de prisión.
Durante la audiencia, una de las cosas que más sorprendieron es que la ausencia de consentimiento -tal y como quedó probado en el juicio– no tuviera peso en la causa. Esto generó la indignación social y muchas personas salieron a la calles a protestar, uno de los lemas era “no es abuso, es violación”.
En Ecuador, sucedió algo similar, en enero del 2019 Martha (nombre protegido) fue agredida sexualmente por tres hombres dentro de un local al norte de Quito. Martha fue encontrada inconsciente y con fuertes lesiones en su cuerpo.
Al momento de la detención se encontró en el dispositivo de uno de los sospechosos fotos y videos de Martha, donde se evidenciaba la agresión.
En agosto del mismo año, los tres acusados dentro del caso fueron sentenciados a veintinueve años y cuatro meses de prisión, como autores del delito de violación, cometido de forma grupal.
Pero ¿por qué se presenta este fenómeno nocivo?
En el estudio “Cosificación y mercantilización de las mujeres: las tecnologías como instrumento de violencia” realizado por las editoras Ana Gonzalez y Esther Torrado indica que “se objetiviza a las mujeres y sus cuerpos como si fueran cosas, se las desprovee de agencia, negando su diferenciación y rol de sujetos y actores políticos. La instrumentalización de las mujeres niega la autonomía y la subjetividad de las mujeres o, como explican Celia Amorós y Amelia Valcárcel, desposeyéndolas de sus derechos civiles y políticos.”
Las autoras además citan a las teóricas Teresa de Lauretis (La tecnología del género) y Sheila Jeffreys (Belleza y misoginia: Prácticas culturales dañinas en Occidente), quienes señalan que los cuerpos sexualizados son “mercantilizados o convertidos en un producto, utilizados por el sistema liberal y patriarcal como una mercancía, que se intercambia o manipula según los intereses de grupos” (Lauretis, 1989; Jeffreys, 2005).
Esto que explican las autoras se puede observar, constantemente, cuando se justifica las agresiones hacia la mujer bajo discursos como “le paso eso por como iba vestida”, “quién le manda a salir a esa hora” “o quien le mandó a estar ahí”.
Las mujeres a lo largo de su vida experimentan varios tipos de violencia: entre ellos el acoso sexual.
En el 2023, el “Informe de situación de la violencia basada en género en el Ecuador” realizado por la Mesa de Género de la Cooperación Internacional, evidenció que 30% de los hombres encuestados justificaba su acoso bajo el concepto de que “todo el mundo lo hace”, mientras que el 20% indicó que “a las mujeres les gusta”; el 15 % “no tiene nada de malo”; y el 14%, señaló “me gusta”.
Mayra Tirira, Coordinadora de Acciones Legales de Surkuna, indica que estos estigmas pesan mucho al momento de la interpretación legal dentro de casos de violencia. Sobre todo cuando una sociedad está fundada en roles de género.
“El problema existe en la interpretación jurídica. ¿Qué es lo que los jueces están entendiendo por forzado, o por consentido?. La verdad es que esto no es jurídico, está en la sociedad. Los jueces entienden que la violación se da propiamente con violencia y forzosa”.
Además resalta que esta cosificación a la mujer se ha desarrollado históricamente, generando un pensamiento colectivo de que el cuerpo de la mujer es un territorio de ocupación.
“Hay que recordar históricamente cómo nuestras poblaciones se han ido creando. Se crearon a través de la conquista del cuerpo de las mujeres, a través de la violación.”
Tirira indica que es por esto que está muy asociado a que el cuerpo de una mujer, es un cuerpo que se puede tocar, que se puede usar.”Por lo tanto, cualquiera podría ocupar.”
La lucha de Nina Gualinga
Recientemente, la activista por el medio ambiente Nina Gualinga, denunció a través de su cuenta de Instagram el largo y re victimizante proceso que está siguiendo tras denunciar a su ex pareja por violencia psicológica y sexual.
Gualinga subraya la necesidad de un cambio urgente dentro del sistema judicial, ya que muchas de estas denuncias no avanzan y se archivan. Además, señala cómo durante la audiencia fue parte de un sistema machista, dónde el abogado defensor utilizó información sensible para responsabilizarla de la agresión que vivió.
Mayra Tirira, indica que según las estadísticas en el Ecuador el “80% (de agresiones sexuales) vienen de entornos cercanos”. Y esto se vuelve más alarmante cuándo hablamos de femicidios.
Según estadísticas del ECU 911, entre abril y septiembre de 2020, el 75% de los femicidios fue perpetrado por un miembro del círculo familiar o alguien con vínculo sentimental.
Violencia a la mujer, una cifra en aumento en Ecuador
En 2018 la Asamblea Nacional aprobó la Ley Orgánica Integral para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres. Sin embargo, seis años después de su registro, las cifras han aumentado.
Así lo señala, Mayra Tirira.“La cifras lo que nos dicen, es que los casos han aumentado (…) cuando las mujeres comienzan a alzar más la voz por el tema de violencia, lo que va a venir es un castigo social. Y este castigo social se refleja en mayores índices de violencia”
ONU Mujeres realizó un estudio acerca de la violencia en Ecuador, que sostiene lo señalado por Tirira. Dicho documento, refleja los datos proporcionados por el Consejo de la Judicatura, y son alarmantes
“El número de víctimas de femicidio y muertes violentas de mujeres en 2022 fue de 424, en 2023, 584; y hasta febrero del 2024, se registraron 56 víctimas de femicidios y muertes violentas.”
Además de los datos registrados por el Consejo, en el 2023, la sociedad civil registró un total de “321 muertes violentas de mujeres por motivos de género, de los cuales 128 son feminicidios íntimos, 172 feminicidios en sistemas criminales, y 17 transfemicidios.”
La violencia puede ser de varios tipos
Para entender la violencia de género es importante tener claro qué es y cuáles son sus tipos. Para Tirira, es importante aclarar esto ya que muchas personas (sobre todo jueces) entienden como violencia solo a casos de abusos físicos.
“El género ha creado diferentes tipos de roles. La violencia de género existe cuando una persona, o la sociedad, castiga a las mujeres por no cumplir “este rol” de forma específica. Para encasillarse en los roles sociales, existe violencia”, indica.
El artículo 10 de la Ley para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres, explica los diferentes tipos de violencia. Estos son: violencia física, psicológica, sexual, económica o patrimonial. Además, violencia simbólica, política y violencia gineco-obstétrica. Sin embargo, el sistema judicial aún no logra abarcar todas estás aristas, y eso ahonda más el problema raíz: la naturalización de esta violencia.
Mayra Tirira, indica que el Estado debe garantizar medidas que prevengan estas violencias. Sin embargo, señala que lastimosamente lo único que buscan es eliminar una de las instituciones que en teoría trabaja en el tema: el Ministerio de la Mujer.
Mientras continúan planes poco efectivos y discursos para eliminar este tipo de instituciones, el nivel de casos de abusos y feminicidios sigue aumentando en el país.