LA SEGUNDA VIDA DE FERNANDO



LA SEGUNDA VIDA DE FERNANDO

10 agosto, 20248min
10 agosto, 20248min
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Ha sido peor que un crimen, ha sido un error. Fue la reacción de Joseph Fouché, jefe de la policía secreta de Francia, al darse cuenta de la ola de protestas que desató por toda Europa el fusilamiento de Louis-Antonie-de-Burbon-Condé, Duque de Enghien. Bonaparte sospechaba – infundadamente -- que el Duque estaba a la cabeza de un complot contra su vida y dispuso su captura. La frase ha sido luego atribuida a Talleyrand, y la recoge Tolstoi en las primeras páginas de una de sus novelas.  

El asesinato de Villavicencio fue un crimen execrable, sin duda. Fue un crimen contra su vida, contra su familia, contra sus hijas, contra sus amigos, contra sus simpatizantes y también contra nuestro país, contra su frágil democracia y débil civilidad. Un crimen como el cometido contra Fernando, habría provocado en otras naciones una reacción mucho más profunda de la que ha tenido hasta ahora. Baste pensar en la reacción de la sociedad italiana ante el secuestro y asesinato de Moro, primero, y Falcone, luego, o la de México por el asesinato a Colosio.

Lamentablemente, nuestra sociedad atraviesa una profunda crisis de valores.  En ella parece no existir espacio alguno para pensar en términos de heroísmo y sacrificio.  Sometido como por una suerte de anomia, secuestrado en los estrechos horizontes de su pobreza material y espiritual, nuestro país parece no tener las fuerzas necesarias para levantarse de su postración.     

Pero también fue un error mandarlo a asesinar a Villavicencio. Las mafias políticas y delincuenciales que financiaron y planificaron este crimen, mafias que por desgracia han colonizado buena parte del andamiaje estatal, creyeron que matándolo sus investigaciones quedarían olvidadas y que sus denuncias se esfumarían.  A pesar de la débil reacción que tuvo su asesinato en la sociedad ecuatoriana, al año de su trágica muerte nada de eso ha ocurrido.

Lo que sí ha sucedido es que cada día, más bien, se va comprobando que las afirmaciones que hacía Villavicencio así como sus hipótesis, han tenido un sustento importante en los hechos. Muchas de sus denuncias hoy son casos cerrados, donde importantes actores políticos han sido condenados, y otros estarían próximos a serlo.  Y lo más importante, muchas de las pesquisas que Villavicencio había anunciado, hoy no solo que han continuado sino que, además, nos han llevado por otras rutas a descubrir otras caras del crimen.  

Villavicencio jugó un papel clave en detener la perpetuación de una tiranía. Junto a otros actores, que sufrieron persecución, exilio y cárcel, Villavicencio tuvo la valentía de desnudar los abusos del régimen liderado por Rafael Correa hasta convertirse en una de las voces más respetadas de la oposición, impidiendo de esa manera que se desplome nuestro precario sistema democrático. 

El contexto en el que surge la figura de Villavicencio, no pudo ser más deplorable para nuestro país. A partir de 2007 se instaló en el Ecuador el régimen más corrupto que registra nuestra historia. Es más, fue un régimen que llevó a nuestro país a ser considerado como una de las naciones más opacas del mundo, según los índices internacionales. Una sociedad así, presa de la corrupción, jamás podrá crecer económicamente. Tal como lo hemos señalado, nuestras arcas fiscales sufrieron un saqueo nunca visto.

Un ejército de nuevos ricos, garrapatas del Estado y sin más mérito que su inmoralidad irrumpió de la nada. Viven como faraones, pero declaran impuestos como miserables. Este fue el Ecuador que le tocó vivir a Fernando, el país con el que se enfrentó. Como habrá sido de corrupto el régimen correista, que su jefe máximo concluyó, y así lo dijo a los cuatro vientos, que las coimas no le causan un daño al Estado, y que cuando se las pagan de manera “diferida” no dejan de ser sino un asunto privado. Fue un régimen que recibió más de 300 mil millones de dólares gracias a la bonanza de los precios del petróleo, pero gracias a la mediocridad intelectual de sus líderes y a la inclinación al robo, fue una riqueza que se esfumó.

Es muy probable, que el Ecuador no logré obtener semejantes recursos en su futuro. Fue una oportunidad perdida. Pero no contentos con saquear a las arcas fiscales, el régimen correísta montó un aparato represivo que sistemáticamente atropelló los derechos civiles y construyó un muro de impunidad. Se les entregó el Estado a la delincuencia organizada, a los carteles y a las mafias políticas. 

La lucha de Fernando no fue en vano. Trágico fue su final, es cierto. Pero igual de trágico es el destino de nuestra nación que no logró valorar lo suficiente su sacrificio. Al cumplirse un año de su asesinato, está claro para muchos quienes fueron los responsables de su muerte. La segunda vida de Fernando es la que nosotros estamos llamados a vivirla. Una vida dedicada a fomentar una sociedad próspera, transparente y eficiente.

Nada de eso podrá lograrse mientras sigamos anclados en las viejas prácticas políticas contra las que Fernando se enfrentó. La manipulación del sistema judicial para lograr beneficios personales, el personalismo que destruye las instituciones, y el abuso del poder para perseguir a adversarios, son componentes de una sociedad que se va descomponiendo, de una democracia de papel, de una república que apenas respira. 

Hay que recordarlo a Fernando Villavicencio como uno de los ecuatorianos que llegó a perder su vida por ser coherente con sus ideales. Ya no hay personas así en el país. O son muy pocas. Nuestro homenaje y reconocimiento a este ecuatoriano. Nos queda un largo camino por recorrer a todos quienes buscamos crear una sociedad mejor. Nos harás falta Fernando en esta tarea. Pero ese camino será tu mejor legado.

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