Sobre las causas que detonaron la implosión de la cascada San Rafael y el actual proceso de erosión regresiva, los técnicos manejan dos hipótesis. Por un lado hay quienes sostienen que la implosión de la cascada fue producto de un fenómeno geológico que sucede de manera natural y que tarda miles de años. Otra hipótesis es que el proceso geológico natural se aceleró debido a la operación de la Hidroeléctrica, ya que para su funcionamiento se quitaron sedimentos, provocando un imbalance hidrológico en el río Coca. Con menos sedimentos, el golpe de agua del río sobre su lecho adquiere mayor fuerza, y acelera el proceso erosivo natural, provocando la implosión.
Si bien determinar las causas de la implosión de la cascada es fundamental, pues se perdió un icono natural ya que era la mayor caída de agua en el país, con 150 metros, detenernos en esa discusión no nos llevará muy lejos. Esto porque no se cuenta con estudios y datos científicos que nos permitan dilucidar con certeza y rigurosidad las causas de la implosión. Muchos científicos están detrás de la pista, y en la reflexión a continuación, lo clave es recordar que hay una coincidencia en la implosión de la cascada y la puesta en marcha de la hidroeléctrica. Apenas 4 años después de su inauguración, San Rafael la icónica cascada desapareció, y debido a esto se inició el proceso erosivo y todo el desastre socioambiental y económico que se ha ocasionado.
Vale recordar que las autoridades – CELEC – Corporación Eléctrica del Ecuador, el Ministerio de Energía y Recursos Naturales no Renovables y el Ministerio del Ambiente y Agua[1] frente a la implosión de San Rafael lucieron inmovilizadas y no activaron ningún tipo de alerta. Hecho que refleja una primera negligencia frente al acontecimiento. Y aquí hago una primera pregunta, ¿Cómo es posible que no se activen protocolos de alerta y se generen grupos técnicos para entender y modelar los efectos de tal evento? Para personas como yo que han trabajado en la gestión ambiental por más de 20 años, una activación técnica era obvia. Pero lamentablemente, como ya estamos acostumbrados en el país, esto no fue lo que sucedió.
Tan solo un mes después de la implosión de San Rafael, en plena pandemia COVID19, sin protocolos y sin alertas desde la institucionalidad, asistimos a lo que podría ser el mayor desastre socio ambiental en el país en las últimas décadas.
En abril del 2020, la fuerza erosiva del río Coca provocó la rotura de la infraestructura de transporte de hidrocarburos del país: SOTE – Sistema de Oleoducto Transecuatoriano, el Poliducto Shusufindi Quito y el OCP – Oleoducto de Crudos Pesados. Debido al fuerte caudal del río, el derrame de petróleo avanzó rápidamente, llegando incluso hasta el río Napo y causando un daño ecológico y social incalculable e irreversible. Hasta la fecha no se cuenta con información oficial, pero según cálculos el derrame estaría por el orden de los 15 mil barriles.[2] Los efectos del derrame provocaron el desabastecimiento de agua de las poblaciones río abajo, lo que trajo consigo severas consecuencias para su salud y alimentación, pues siendo ribereñas no pudieron abastecerse de agua y peor pescar para su sustento.
Al respecto, sigue dormido entre el usual papeleo judicial la demanda que comunidades y organizaciones indígenas presentaron contra los ex ministros de Energía, de Ambiente y de Salud, en abril 29 del 2020.[3] Y como es de esperarse esta demanda quizás nunca se procese y las comunidades afectadas nunca verán reparación, peor justicia.
Luego del derrame, las autoridades gubernamentales algo se movieron y comenzaron a trazar variantes para proteger la infraestructura de transporte de petróleo. Sin embargo, el proceso erosivo siguió su curso y en agosto del 2020 se afectó un tramo de la vía Baeza – Lago Agrio. Desde su inicio, se han tenido que adecuar varias variantes al SOTE y al Poliducto, y las poblaciones aledañas han visto afectadas sus viviendas y medios de vida. Haciendo este recuento, cuestiono la capacidad de planificación técnica de nuestras autoridades, lo ocurrido simplemente les rebasó y lo que es peor aún les rebasa.
Actualmente, el proceso erosivo sigue su curso imparable, a pesar que las autoridades han construido muros de contención, diques y otras obras para intentar desacelerarlo. La erosión no se detendrá hasta que encuentre roca dura, algo que no es fácil de encontrar en la cuenca del río Coca, compuesta por depósitos aluviales y suelos volcánicos de suave composición provenientes de la constante erupción del Volcán Reventador. Las imágenes muestran cómo el río, en búsqueda de su equilibrio hidrológico, alterado por la desaparición de la cascada, ha cortado el paisaje como una cuchilla sobre mantequilla. Así de suave es el suelo en la zona. La velocidad del proceso erosivo es tal que en un año y medio ha recorrido 10 km, tasa que está concitando el interés científico internacional pues no se ha registrado en ningún otro sitio.[4]
La crónica del desastre desencadenado nos deja claras lecciones sobre lo que no se debe hacer. Además de las negligencias que he mencionado antes, es evidente que ubicar a la Coca Codo Sinclair y las arterias de trasporte de petróleo del Ecuador en esta zona es un completo desatino.
Quizás se podría entender que la decisión del trazado del SOTE – construido en los 70 fue producto de ausencia de información técnica. Sin embargo, luego del terremoto de 1987, que justamente mostró que en el sitio hay una falla geológica de gran magnitud, el insistir en trazar la ruta del OCP por el mismo lugar raya en una negligencia soberbia. Ya para el 2001 cuando se concretó el trazado del OCP organizaciones ambientalistas plantearon su oposición desde argumentos técnicos. Sin embargo, las alertas no fueron escuchadas y bajo el argumento de aprovechar la misma ruta del SOTE, esta arteria se construyó.
Luego, 10 años después, se revive la idea de construir la Coca Codo Sinclair, la obra que según el entonces presidente Correa nos llevaría a la eficiencia energética. La obra otra vez se planifica en el mismo sitio con Estudios de Impacto Ambiental no lo suficientemente detallados considerando la magnitud de su efecto sobre la cuenca del Río Coca y el impacto en la región, sin estudios geomorfológicos, hidrológicos y de sedimentación rigurosos y actualizados a la nueva realidad que enfrentamos bajo la crisis climática.
Esto ya no es negligencia esto ya es desidia. Para entender mejor esta crónica de indolencia, les invito a revisar el estudio de caso realizado por técnicos agrupados en el Observatorio de Ríos Andinos. Luego de leer el estudio de caso seguramente sentirán la misma desazón que yo tengo al escribir esta reflexión.
La Coca Codo Sinclair, además de construirse sin las consideraciones técnicas se realizó bajo un hilo de opacidad y con fuertes indicios de corrupción. En resumen, lo que fue una promesa para el salto energético del país ahora es el emblema de la indolencia.
Luego de esta dolorosa crónica ya no se trata de ¿Qué obras de ingeniería debemos construir para parar el proceso erosivo?, pues como he comentado según los modelos técnicos la hidroeléctrica va a quedar inservible. En cambio, hay varias preguntas que nos debemos hacer y exigir a las autoridades a responder: ¿Qué se planifica para evitar el déficit energético que tendremos con la inutilidad de la Coca Codo Sinclair? ¿Cómo se van a corregir las ausencias en el detalle y profundidad de las obras hidroeléctricas que están programadas a construir para evitar un siguiente desastre? Aquí traigo a colación el proyecto en el Río Santiago, que según varios técnicos tiene similares vulnerabilidades y sobre el que, para variar, no se conoce mucho.
¿Cómo se va a enfrentar el desastre ambiental que está ocurriendo? Esto es clave a destacar, pues el proceso erosivo del Río Coca está incrementando el nivel de sedimentos en los ríos, con lo cuál se reduce la oxigenación y por ende se proyecta la muerte de mucha fauna de los ríos. Las poblaciones ribereñas ya están sintiendo estos efectos.
No tengo respuestas a las preguntas planteadas. Son demasiado grandes y complejas. Lo que es claro, sin embargo, es que como país nos las tenemos que hacer. El futuro energético del país, clave para cualquier recuperación económica, requiere que nos las hagamos y procuremos resolverlas. Lo ocurrido nos debe interpelar, no podemos volverlo a repetir.
[1] Actualmente, a la fecha de este artículo el Ministerio ha cambiado su nombre a Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica
[2] https://gk.city/2020/08/22/colapso-carretera-erosion-rio-coca/
[3] https://gk.city/2020/04/29/demanda-derrame-petroleo/
[4] Emilio Cobo Presentación “El Proceso Erosivo del Rio Coca”, Observatorio de Ríos Andinos. Junio 23, 2021